09/11/2013

Polvo de estrellas

En pleno invierno, en una accidentada noche de observación, nos metimos con el auto entero en un pozo con 30 cm de barro cubiertos de 10 cm de hielo. Es lo malo del invierno. Lo bueno es que oscurece tan temprano que, una vez rescatados, estábamos todavía a tiempo de llevar a cabo nuestra sesión astrofotográfica.

Pero en realidad, lo realmente bueno del invierno, es que se cierne sobre nuestras cabezas el magnífico centro de la Vía Láctea, que uno podría pasarse la vida observando y fotografiando. En esta ocasión fue la gran nebulosa oscura que, desde los alrededores de la estrella ρ Ophiuchi (léase "ro ofiuqui" en español), extiende sus tentáculos hacia la Vía Láctea. Aquí está:


Se trata de una de las nebulosas más extraordinarias del cielo. Es completamente invisible a simple vista, aún a través de un gran telescopio, y sólo se la puede disfrutar fotográficamente. Forma parte de la maraña de filamentos de polvo frío que se entrecruzan en el plano del disco de nuestra galaxia, y que son característicos de todas las galaxias espirales. Estas nebulosas oscuras están compuestas de gas y polvo (finísimo, como si fueran partículas de humo, más que polvo) muy, muy frío. Cuando digo frío digo 250 grados bajo cero. Son inmensas, abarcando el espacio interestelar por cientos de años luz, oscureciendo con su manto de tinieblas estrella tras estrella tras estrella.

La nebulosa de Rho Oph no es completamente oscura, como resulta evidente en la fotografía. Muchas de las estrellas que abarca contribuyen a iluminarla. Pero no se trata del efecto de fluorescencia como el que vemos en tantas otras nebulosas notables, como la de Orión, la de Carina, o la de la Laguna. Es simplemente luz reflejada de las estrellas. Así que los colores son variados, como en un escenario teatral iluminado por una batería de luces. El fenómeno le da a esta región del cielo un multicolor inusual. Veamos un detalle:


Ésta es la región más luminosa y colorida. Se destaca la estrella Antares (la supergigante roja del Escorpión), iluminando con su luz dorada la región más austral del complejo de nubes. Cerca de Antares vemos dos cúmulos globulares, ambos muy lejanos: el gran M4 (a 7200 años luz) y el más pequeño NGC 6144 (a 30 mil a.l.). La estrella σ (sigma) Scorpii es una gigante azul suficientemente energética para producir una fluorescencia roja de hidrógeno. Otras tres estrellas muy brillantes proveen la mayor parte de la luz azul de la nebulosa. Son todas ellas estrellas múltiples: 22 Scorpii, HD147889, y la que le da nombre a la nebulosa, ρ Ophiuchi, en la constelación de Ofiuco, el Encantador de Serpientes.

En la foto señalé varias regiones oscuras con sus nombres propios. Las que tienen una letra B corresponden al catálogo de Edward Barnard, un gran astrónomo de principios del siglo XX quien fue el primero en estudiar sistemáticamente la Vía Láctea usando fotografías. Su Atlas es accesible digitalmente, y su foto de esta región del cielo aparece en la placa 13. La naturaleza de estas regiones oscuras era desconocida en tiempos de Barnard. ¿Eran regiones vacías de estrellas, o verdaderas nubes oscuras ocultando las estrellas del fondo? En su descripción de la Placa 13 dice: "la nebulosa [brillante] es en sí misma un objeto hermoso. Con sus conexiones laterales y la mancha oscura en la que se ubica, y los carriles oscuros que es extienden hacia el Este, da toda la evidencia de que oscurece las estrellas que se encuentran detrás." Y también, en un artículo publicado en 1919: "Para mí es concluyente la evidencia de que existen masas oscuras en el espacio, [si bien] cuál sea la naturaleza de esta materia es otra cuestión."  

Hoy sabemos que estas nubes forman el medio interestelar en la región del disco de la galaxia. Son gas y polvo fríos, resultado de la evolución y muerte de estrellas de generaciones anteriores. Y son el material del que se forman las nuevas estrellas. La nebulosa de Rho Ophiuchi es, de hecho, la región de formación estelar más cercana a la Tierra (a pocos cientos de años luz). Escudriñándola en radiación infrarroja se puede ver dentro del polvo oscuro, y se han identificado cientos de estrellas bebés, de apenas un par de millones de años de edad, algunas de pocos cientos de miles de años, y otras recién condensándose a partir de la nebulosa.

Las nubes oscuras identificadas con una letra L corresponden al catálogo de nebulosas oscuras elaborado en la década del '60 por Beverly Lynds, usando el extraordinario survey del cielo realizado desde Monte Palomar en la década anterior. Hay muy poca información en la web sobre Beverly Lynds. Me costó bastante identificar su nombre, y hasta su sexo, ya que sus trabajos están firmados B. T. Lynds. Según puede leerse en su artículo sobre las nebulosas oscuras, las calcó a mano a partir de los negativos de vidrio de Palomar. El procesamiento de datos lo hizo con una IBM 1620, una de las primeras computadoras accesibles a los científicos. Era un armatoste primitivo, con una arquitectura decimal en lugar de binaria como tienen todas las computadoras modernas. No tenía sistema operativo; o mejor dicho: el sistema operativo ¡era el operador! Hay una fascinante nota sobre la máquina en Wikipedia, con una cantidad pasmosa de detalles. Rescato, además de lo que comenté, este dial que se parece sorprendentemente al de mi lavarropas (quizás más inteligente que la IBM 1620). Hay también una foto de una chica manipulando el dial, que uno se imagina podría ser Beverly. Según leí allí también, varios paneles de 1620s se usaron para la escenografía de la genial película Colossus: El Proyecto Forbin.

En esta época del año ya Ofiuco y Escorpio se empiezan a esconder antes del anochecer, así que tienen poco tiempo para observarlas. Pero es obligatorio dedicarles al menos una noche el año que viene.


El Atlas Fotográfico de Regiones Seleccionadas de la Vía Láctea está online, como dije. De allí reproduje la Placa 13. Un artículo interesante, con una foto preciosa en colores de la zona, es Star Formation in the rho Ophiuchi Molecular Cloud. El paper de Lynds es Catalogue of Dark Nebulae.

La UNESCO debería declarar patrimonio de la Humanidad la colección de miles de placas de vidrio que constituyen el survey de Monte Palomar, en el cual están basados la mayoría de los catálogos astronómicos hasta fines del siglo XX. Hay varias maneras de consultarlo, por ejemplo en el STScI.

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